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Galdós, un centenario
con perspectiva
Jesús Ramos García
Celebramos, aún, el centenario de la muerte (4 de enero de 1920) de Benito María de los Dolores Pérez Galdós, quien iluminó, con su vida y su obra, el siglo XIX. Algo bueno habíamos de celebrar este incómodo y fatídico año. Mi asentamiento en Monleras me condujo, de la mano de MESTAS y su Círculo de Lectores, a este creador universal, para no pocos especialistas el más grande escritor en lengua castellana después de Cervantes.
Lamento reconocer, pues la memoria en torno a los tiempos tiernos disfruta, si no está contaminada, de los privilegios de la naturaleza, que las referencias a este artista de las palabras, en mi tiempo como educando, brillaron por su ausencia y fue de la mano de una francesita, Danielle Guillou Gardelle (vaya mi homenaje a ella) quien me trasmitió su admiración por Galdós, predio necesario en la Facultad de Español de la Universidad de Bordeaux para aspirar, y conseguir, su licenciatura en Filología Hispánica el año 1978. Era fácil deducir que en aquellas latitudes Galdós era considerado un “fuera de serie” (1).
Aún con ciertas brusquedades formales, propias de un neófito novelista de hace 150 años, que solo se había ejercitado como cronista de prensa y dramaturgo primerizo, encontramos placentera, e instructiva en extremo, su primera novela “La Fontana de Oro” (en adelante F.O.) producida a sus 27 años (2). En ella Galdós pone al descubierto (3), con énfasis y entusiasmo, su ideario político y su dominio inusual de los recursos literarios, a la vez que nos sorprende con su potencial de retratista del alma humana y social en los escenarios del trienio liberal (1820/23) en el Madrid de hace exactamente ahora dos centurias. Doble centenario, pues. Esta “ópera prima”, antesala de los “Episodios Nacionales” (4) inmortaliza al más famoso de los clubs al servicio de las ideas liberales. Tras su lectura, me asomo a su obra con razonable inseguridad. F.O. representa el brocal del pozo profundo de Galdós, quien nos regala en sus exquisitas creaciones y verbalizaciones, agua limpia y potable esta, una inicial visión, a modo de preámbulo de su obra, del panorama de las pasiones humanas y políticas.
F.O. es un “cuento”, muy bien traído a cuento por cierto, en razón de la atmósfera política (5) que lo encuadra. Fabulación, sí, pero muy pegada a hechos y personajes históricos. En F.O. Galdós nos enseña, mediante el juego/pasión de su literatura, las cartas que prologan ya las grandes dicotomías de su obra en torno al fenómeno humano y social, excelsamente desarrolladas en el último cuarto del siglo XIX: Doña Perfecta, Marianela, Tormento, Fortunata y Jacinta, El Abuelo, Misericordia, y otras menos conocidas, entre tantas, pero importantes también como “La familia de León Roch”, “La desheredada” y “Angel Guerra”.
¿Por qué escribe esta primera novela? ¿Cuáles son sus objetivos? ¿Cuáles sus recursos: sus medios, sus trucos o subterfugios literarios? Intentaré presentar F.O. como portal de las siguientes, al objeto de que los lectores de los aficionados a la lectura se sientan estimulados a disfrutar de esta, y otras obras, y puedan considerar si mis precipitadas impresiones, aquí sintetizadas y no suficientemente contrastadas en sus fuentes originales, son más o menos acertadas.
La razón de su publicación la expresa el autor en el prólogo. Tras “La Gloriosa” revolución del 19 al 27 de septiembre de 1868 (6), se siente impelido a añadir las últimas páginas al cuerpo principal de la novela que ya tenía escrita, años antes, bajo los influjos de sus experiencias estudiantiles vivenciadas por el joven Galdós con ocasión de los motines en los que se vio envuelto (7). Con F.O. Galdós irrumpe, en pleno “sexenio democrático”, en defensa de sus ideas políticas, preconizadas en la Constitución de Cádiz y tan convulsivamente amenazadas a lo largo del siglo XIX.
Sus objetivos son evidentes: plasmar y adelantar su visión superadora de España, “siempre viva y siempre noble” para Galdós (8), sometida a las constantes contradicciones entre las dos concepciones dominantes y encontradas: la visión teocrática que justifica el absolutismo de la realeza frente a la visión humana de la “res pública”, cuya fuerza reside en el poder de la colectividad, “el pueblo” en sus términos precisos, del que emana la libertad de los españoles. Esta visión la ejercita Galdós con su misión como militante político (9). Visión y misión, cuyos valores son profusa y coherentemente reflejados en F.O.
¿Sus medios? Creación de personajes y escenarios, así como recursos literarios (imágenes, alegorías), seleccionados para conseguir el fin pretendido. La vida del Galdós, que alterna entre escritor (10) y político (11) va a combinar y proyectar su visión humanista primero en sus grandes creaciones, luego en su servicio público en las instituciones como Diputado electo y Académico de la R.A.E. F.O. es la ventana que nos permite mirar y acceder al “sancta sanctorum” de Galdós. En F.O., de la que partimos, está ya plasmado el ideario a cuyo servicio puso mente y corazón, visión, misión y valores.
Fines y medios, objetivos y recursos, se articulan y entrelazan en F.O. al servicio de su principal tesis: el triunfo del liberalismo en una España, instalada en un absolutismo, rancio y caduco para Galdós, vendrá de la asociación de las juventudes cultas e inquietas del agro con las juventudes con poder en los círculos capitalinos. Lorenzo y Claudio (personajes reales en la historia) salvan a la huérfana Clara (imagen de España) superando sus diferencias y luchando con nobleza y afán, por la misma causa: la del liberalismo. Los dos personajes, de alto rango militar Claudio (12) , de humildes raíces en el campo aragonés, Lorenzo, aman y se disputan el territorio de Clara. Lo que, en un enfoque romántico, pareciera encaminado a destruirse en pos de la dama amada, resulta (realismo idealizado intencionalmente) un acuerdo, primero tácito y contradictorio, luego expreso, en el que todo conduce a que se reconozcan en su dignidad, aúnen sus fuerzas y, debido a sus cualidades de seres honestos, ilusionados en el futuro y luchadores por la libertad, consigan, unidos en el plan, liberar la dama de las presiones sociales que la han sepultado en su juventud. Mostrar esta salida a la difícil situación política, consonante con su ideario liberal de juventud, es la intención del autor, quien se identifica inicialmente con Claudio, fuente real de su inspiración, y , a la par, con la pasión política de Lorenzo en el extraño trascurso de sus avatares. Que la salvación de España vendrá de manos de la juventud, que empuja los remos de la historia, se escenifica en la creación de una figura central, antítesis de las anteriores: Elías, tío de Lorenzo y servidor en las cloacas del Rey felón, Fernando VII. La nobleza de miras y estrategias de Claudio y Lorenzo se articulan como los dos hojas, armónicas y afiladas, de la tijera que va a liberar a Clara, no sin dificultad, frente a las oscuras maquinaciones de personajes que la esclavizan en vida: Elías, quien se ha hecho cargo de ella primero y sus devotas “amigas” después. Elías va a fracasar en sus intentos ocultos al servicio de la realeza con el objetivo de dividir a los liberales, facilitando disturbios y motines, así como fracasa en la opresión de Clara, a pesar de haberse hecho cargo de ella, entregándola en manos de mujeres detestables, “las tres ruinas”, de cuyas garras Clara (España) se libera al fin, a la vez que estas dejan al descubierto su verdadera cara tejida de miserias. F.O. es, en su esencia, una alegoría total.
Conseguir los fines para Galdós, conlleva combatir el principal obstáculo a los progresos del liberalismo: la influencia de las creencias religiosas dominantes en cuya atmósfera se mueve, tradicional y oficialmente, la ciudadanía sin tener conciencia del significado y sus implicaciones y consecuencias. Despliega, así, su creatividad y se centra en la descripción de las miserias humanas y bajeza moral, personificadas en las “tres ruinas” Paz, Salomé y Paulita, “la santa”, personajes descendientes de una aristocracia, venida muy a menos, a quienes retrata, mejor “caricaturiza” - lo hace con notable animosidad y todo tipo de pormenores, sosteniéndose en el paraguas raído de su religiosidad anquilosada e improductiva- más en su vertiente psíquica que en su perfil físico, que también en ello abunda y brilla -diríamos que disfruta- nuestro autor. Complementa la galería de retratos que animan sus historias con alusión detenida al abate Gil Carrascosa, clérigo que se pasa la vida urdiendo intereses en los intersticios de las clases “pudientes”, y alusión pasajera a otros clérigos, a quienes desenmascara y desprestigia, asociándoles al “olor a carnero “ (Entrambasaguas) y “al olor a jovencita”, clérigo sin nombre, genérico pues, que parece querer ayudar a la salvación de Clara en su prolongado “viacrucis” nocturno por Madrid, mientras que sus ojitos vivos delatan su engaño. Se hace patente el anticlericalismo de Galdós, elemento presente en otros escritores liberales (13). Y redondea F.O. con el espectáculo del pueblo llano, inculto -castellano mal hablado reflejado en sus expresiones- fácilmente manipulable y muy agresivo en algunos de sus elementos, hilo necesario para la trama, formando junto a los jóvenes, más o menos exaltados que predican en los clubs -ahí renace Lorenzo-, un tándem que conforma la segunda pata de banco sobre la que se alza la comedia humano-política de Galdós.
Junto a los personajes principales, los escenarios son tratados profusamente con todo lujo de detalles. Lo mismo el principal club al servicio del liberalismo (14), cuyo nombre da título a la novela, como el convento donde Clara, huérfana, recibe sus influencias maléficas (nuevo paralelismo antirreligioso), como los escenarios de las tabernas, casas y tugurios en que viven sus personajes, como el de una procesión. Los escenarios perfilan a sus moradores y estos justifican sus escenarios. El más intrigante y simbólico, el Madrid lúgubre de hace doscientos años, lleno de peligros humanos -seres en mayor o menor descomposición- que atraviesa Clara de noche, camino de la calle del Humilladero, ubicada en las afueras de la capital, cual última estación del viacrucis. Es este un pasaje tan bien escenificado que ahorraría muchos esfuerzos de rodaje al director que llevó F.O. al cine (15). El miedo intenso y los continuos sobresaltos de Clara en su travesía nocturna a manos de criaturas míseras que salen de su guarida en las sombras de la noche, reflejan el “viacrucis” de España. En suma: quien quiera tener una imagen bastante rigurosa del laberinto que es el Madrid de principios del siglo XIX, halla en Galdós el mejor retratista de la fauna humana en pleno espectáculo, incluidas sus costumbres, sus prejuicios y motivaciones, sus tretas para vivir y las maquinaciones al uso.
Como detalles menores en sí mismos, pero mayores en su conjunto, nos ofrece Galdós una imagen de la distribución profesional, con sus jerarquías, sus funciones, sus poderes, esto es, de las formas como los ciudadanos ajustan su vida a los envolventes económicos y sociales. Hasta las costureras que cosen para la jerarquía eclesiástica, por apuntar un detalle, menosprecian a las que cosen sotanas raídas del clero bajo, que, con suerte para estas, sobreabunda en el primer tercio del siglo XIX.
En cuanto a la composición narrativa, encontramos desigualdad en intensidades, ritmos de narración y adornos literarios entre el relato novelesco/histórico y las páginas añadidas al servicio de su tesis, derivadas de su estado de ánimo intencional. Extrañan igualmente las pretensiones o intenciones facilitadoras sobre la evolución de la trama, bruscas hoy en día, intercaladas con cierta frecuencia con la recta intención de orientar o estimular al lector, fenómeno este que atribuimos a las formas narrativas dominantes en la novela en aquel momento. Por lo demás, el estilo es brillante, el lenguaje preciso y extremadamente rico, lleno de imágenes, habiendo tenido que consultar con frecuencia el significado de más de medio centenar de vocablos, algunos hoy en desuso. Por cierto, nos ha llamado la atención la adicción del autor a utilizar trilogía de adjetivos con cierta consistencia. ¿Será obcecado con el “Omne trinum est perfectum” latino, o con la interiorización del Dios/Trinidad que bebió en las aguas del Colegio Religioso en el que se educó entre los 9 y 19 años, llegando a cursar, en el marco del selecto programa de Humanidades de un centro educativo para la élite, tres estadios de “Doctrina moral cristiana”? Pareciera que Galdós trasvase, consciente o inconscientemente, a la dignidad humana, aún en sus continentes menos dignos, la consideración trinitaria de la concepción del Dios cristiano, tema este, como otros plasmados en F.O, a profundizar con más calma, apoyados en las huellas de su pensamiento. Y con esto, hemos pasado a otra incógnita: ¿Cómo son posibles en F.O., alusiones teológicas tan profundas y bien traídas, asociadas, no solo pero incisivamente, al personaje de Paulita, “la Santa”, propios de la cultura católica especializada? ¿Dónde fundamentó su formación si, cuando llegó a Madrid, como él mismo testimonia (16) se distinguió “por sus frecuentes novillos, se escapa de las cátedras, y gandulea por las calles, plazas y callejuelas gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital”? Era de suponer que forjó su personalidad y cultivó las artes y las letras (17) en un marco de ideas progresistas, disciplina exquisita, cultivo de la responsabilidad, apertura a disposiciones críticas y tolerantes, contando con profesorado de calidad y multicultural en un ambiente cercano a lo ideal. Presentíamos que esto había ocurrido así, antes de contrastarlo (18). Ningún campo de patatas da trufas.
Solicitando disculpas por la
extensión de este artículo -nunca fue fácil sintetizar la grandeza en tan
escaso tiempo- concluímos. Personajes como Galdós están a la base de los
intentos de trasformación de España en
el siglo XIX, precursores de los
avances, con sus paréntesis, en el siglo XX, y todavía
con su rescoldo en 2020. Galdós terminó
abrazando el socialismo del P.S.O.E. en su época y contexto. Las razones, los valores que nacen de su visión de las
cosas, y fructifican en su misión, como escritor y político, están bosquejados
en La “Fontana de Oro”: España necesita liberarse de muchas trabas
asociadas a la dependencia cultural de
la religión católica, que, durante varios siglos conformó un cuerpo unitario con el poder
político, en consonancia con la concepción teocrática de la soberanía. Galdós bien puede ser considerado un agente de fondo, de cierta resonancia, en
la hoy llamada “secularización” de la sociedad,
en vías, aún, de conseguirse plenamente para equilibrio y bienestar,
moral y espiritual, de los españoles. ¿Está todo esto tan lejos de la bipolarización
que en España se sufre
todavía en estos momentos o tiene algo, o bastante, que ver?
¿Es posible trasvasar a nuestros
días, valoradas las distancias de los marcos y condicionamientos históricos, las aportaciones constructivas de Galdós que
cercena el dominio de cualquier esfera de poder que no sirva al desarrollo
conjunto de las personas, base de la democracia? ¿Dónde y cuándo vamos a poner el norte? Animo
a pensarlo. Animo a conocer a Galdós y
disfrutar de sus obras. Ese será el homenaje de Monleras.
(1)
) Adquirida en la Librairie espagnole “Andrés”
(43, Cours de L´Iser) de Bordeaux, me
topo en casa con “La Fontana de Oro” la primera novela de Galdós (Alianza
editorial, 1973) puerta de entrada a las
esencias de Galdós.
(2)
“La
fontana de oro”, que fue financiada por
su cuñada Magdalena, cubana, fue llevada
a imprenta y publicada en 1870 (tuvo nueve hermanos mayores).
(3)
Sabido es que la primera novela de un autor
suele reflejar rasgos autobiográficos. Aquí también hay rasgos evidentes de
ello, a pesar de no ser proclive a mostrarse.
(4)
“7 de julio” (de 1822) es el
quinto “episodio nacional”,
asociado a F.O.y publicado cuatro
años más tarde. Ilustra el levantamiento
de los generales Riego y Ballesteros, conmemorando el triunfo popular y
constitucional.
(5)
Derivada del contexto social turbio en la vida española bajo influencia de
la Ilustración, y la promulgación de la primera Constitución -de Cádiz- el
19/3/ 1812.
(6)
Esta insurrección militar, con apoyo de algunos
civiles, fue la sacudida social más importante del siglo XIX pues condujo a la
experiencia del denominado “sexenio democrático” (1.868/74) tras la destitución y exilio de Isabel II.
Este levantamiento, liderado por el Partido Progresista, fracasó tras las el
bienio monárquico (Amadeo de Saboya) y
la denostada Primera República (1.873/74).
(7)
Escandaloso motín de la Noche de S. Daniel del
10 de abril del 1.865 y la sublevación de los Sargentos del Cuartel S. Gil el
22 de junio del 1.866.
(8) En
versos de Cernuda sobre Galdós. De la España que mereció de Galdós, como
cirujano de la política, la siguiente sentencia:
“no he conocido a ningún político que no estropeara la
palabra *patriotismo*“
(9)
Galdós militó sucesivamente en el Partido
Liberal, el Partido Progresista de Sagasta y, al fin, en el Partido Socialista
de la mano de su fundador, Pablo Iglesias.
(10) Extensa producción
literaria entre 1870 y 1918: se citan más de cien novelas publicadas, de las
que 46 corresponden a los Episodios Nacionales.
(11) 13 años como Diputado, de
los que cuatro, entre 1886/90, por la
Guayana; siete por Madrid (1907/14) y dos por Las Palmas (1914/16). Desde 1887 académico de la R.A.E.
(12) Homenaje implícito. Es
hijo , hermano y sobrino de militares de alta graduación.
(13) Va más lejos, aunque más brusco, Narciso Arestegui, también de ideas liberales
y con fuertes inquietudes sociales, en la primera novela peruana en español “El
Padre Horán”, subtitulada “Escenas de la vida del Cuzco”, escrita en
1848 , y publicada por fascículos, para
desacreditar al confesor de la joven “Angélica”, de quien se enamora y termina asesinando.
(14)Ahora un bar irlandés de
cervezas, copas y música en directo, decorado con cuadros de políticos del
siglo XIX, situado en la calle de la Victoria , 1.
(15)La Fontana de Oro fue
llevada al cine en 1973. Producción de
T.V.E. Guión, dirección y realización,
Jesús Fernández Santos.
De las 25 adaptaciones al cine de obras de Galdós, esta fue la primera
producida en España, tras 33 años de silencio.
Méjico, con ocho adaptaciones de obras de Galdós y España, con cuatro adaptaciones al cine, hasta 1940, y
cinco tras 1973, son los países que más producciones han efectuado. El Abuelo
y Marianela dieron pie a incursiones
argentinas y Tormento en Venezuela. En
dos ocasiones adaptaciones de Galdós han sido reconocidos con el óscar a la
mejor película de habla no inglesa: Berlanga con Tristana en el año 1.969 y El
Abuelo con Garci en el año 1.998. Marianela, en 1940 y La Fontana de Oro, en 1973, dibujan los paréntesis que abren la dictadura del General Franco y anuncian,
aún en vida, el final de su tiempo.
(16) En “Memorias de un desmemoriado” (1912)
(17) Obtuvo el bachillerado de Artes en el Instituto Provincial de Canarias, al
que estaba adscrito el Colegio religioso de S. Agustín, de Las Palmas, en el que cursó
sus estudios. Presentó el examen (“mixto” llamábamos todavía hace cincuenta
años) el 3 y 4 de septiembre de 1862.
Recogió el título, sin firmar, precisa Arencibia (ver nota siguiente) en 1866.
(18)Desde los nueve años, y durante los diez siguientes, se educa en el Colegio religioso S. Agustín,
con prácticas pedagógicas “abiertas” (Pedagogía progresista), en consonancia
con las teorías darwinianas y en lucha
por asumir las teorías krausistas que intentan superar la dicotomía “Teismo/Panteísmo”
(Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos). Yolanda Arencibia,
catedrática emérita de Literatura en la Universidad de las Palmas y Vicepresidenta de la Asociación Profesional
de Galdosistas publica “Galdós, una biografía” 16 de julio 2020 (Tusquets), XXXII premio
Comillas 2020.